Hoy había quedado para ir a la playa.
Soy un animal nocturno y de costumbres quizás, extrañas, pero hoy he decidido armarme de valor y colocarme esa 'extraña' pieza de ropa llamada bikini e irme a la playa de día, por primera vez en 5 o 6 años, dispuesta a tomar el sol tras más de 10 años sin hacerlo.
Pensando quizás en que cuando me vaya a Inglaterra no podré ponerme morena, pero dado el resultado casi que lo agradezco.
He ido con mi amiga, a una playa genial, donde nudistas, mujeres en top-less y gente con su bañador, conviven sin ningún problema (salvo alguno visual) y sobre todo, sin ruidosos y tormentosos equipos de música con la emisora flaix-fm a toda castaña (lo cierto es que se agradece).
Armada con mi protección solar 50, me he propuesto a darle algo de color a mi inalterable palidez aristocrática, y ahora no sólo no soy palida, sino que soy lo más similar a un cangrejo que existe.
En las zonas más estúpidas, en milímetros de piel en los que no la he cubierto con la crema, me he cocinado como una gamba.
Y eso que el día estaba nublado y apenas he estado una hora y media.
La falta de costumbre.
Y creo que dado el resultado, seguiré optando porque cuando tenga playa cerca, sentarme en la orilla de noche y simplemente oír el sonido de las olas al romper.
Aquí os dejo una muestra del desastre en mi epidermis.
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